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Me resigno a la posibilidad de convertirme
en ceniza,
voy a evaporarme como la voz de Dios en los campos
donde la fieras duermen,
entrego mi voz al aliento triste de las palomas que se posan
sobre el mar
para ver
a profundidad el corazón de la tierra
al que no
pertenecemos,
digo, entonces,
sea el cielo a las palomas por siempre, y el viento escurridizo
como un marca pasos
sempiterno en las manos
del hombre.
Conjuro (secretamente) que el asfalto se parta en dos
que la piel sobre los huesos
sea la pintura y no el lienzo,
que lo huesos marfiles
marchen
al compás de los caminantes nocturnos que ya no tienen nada
qué perder
Conjuro que seamos obras de arte
de una buena vez
para no desconocer lo desconocido
y saberlo mío y tuyo
y nuestro
por encima de todos los objetos mencionados
y de todos los seres
vivientes.
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