26 septiembre 2015
Dale forma al barro y quizá, entonces, puedas entender a qué sabe la dicha
Si vas a verme a los ojos, vas a mirarme como soy
no como quisieras que fuera,
yo haré lo mismo
yo te veré como eres, para tenerlo todo claro,
y no sufrir por no haber puesto
cada cosa en su sitio,
Si vas a verme a los ojos no te sorprendas de
lo que encuentres, el ser humano puede tener
tanto fango dentro,
que donde hubo sangre,
puede sólo tener moho,
o puede ser tan apacible en el fondo, que en lugar
de corazón, posiblemente ha de tener
un pozo quieto
semejante al cielo cuando está azul.
Mirame como soy,
no tengo moho en las venas
ni quietud entre pecho y espalda, no,
mi pecho se encoge y se agita y al distenderse,
explociona,
Que esta carne,
que no es ni más ni menos que la carne
de la mujer que toma la lección de francés
o de la que se postra de rodillas y encubre su rostro
con una plegaria enrollada en las manos
o de la que espera la llegada de sus hijos
cuando ha terminado la escuela
o de la que pica habichuelas para el almuerzo
o de la que ansia al amante y a la suma
que viene con él
o de la que entregó su vida a Dios,
es mi carne y huele a humo,
y otras veces huele a magnolias,
y ninguna de aquellas materias que he nombrado
está por debajo o por encima de mi,
sino que
departen conmigo,
sobreviven conmigo,
se alertan y lloran y juegan el papel que les tocó
Y ellas, todas, te verán como eres,
te verán de palmo a palmo,
por eso si vas a verme a los ojos,
quédate atento,
yo también veré a tus ojos,
y sabré que la exaltación es compartida,
y al acercarme voy a olerte,
porque todo cuerpo
Es distinto luego de la muerte.
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