Frater
todos tenemos derecho a morirnos
Oriette D'Angelo
Habitar el corazón frío de los arboles es imposible
porque está lleno de oro, pero henos aquí
en la hora de limpiar las cavidades.
El momento de la verdad amordaza mi garganta
y las palabras se juntan como un cáncer.
Dejaré de ser alimento para moscas, dejaré
de rasgar la carne
para nuestro
bienestar propio.
Guiaré tu sueño y tu enojo, pintaré con ellos,
construiré con ellos. Sepultaremos el dolor con más
dolor acallado. Nadie menciona las cosas que duelen
por miedo a que duelan más.
Tácitamente hemos convenido un trato:
aguardar polvo entre los dedos
congelar la queja en la caja torácica, uno
frente al otro quién sabe, cuál ha soportado más,
sigue aquí,
todo
dentro
sin que baste una sola letra
o una sola gota de agua
para sanar el campo.
Ya no he de preguntarte por las cosas que duelen.
No sabemos lo que nos espera
debajo de la tierra.
Todos somos hombres
y todos
estamos a la deriva.